Daniel Burman, director y productor que ocupa una posición
sólida en la cinematrografía argentina, a caballo entre el cine de entretenimiento
y películas con ideas, vino a la 66 edición del Festival de Berlin para
presentar en la sección Panorama El rey
del Once. El título en castellano,
enraizado en la geografía de Buenos Aires, se transformó en The Tenth Men para su circulación
internacional (alusión a la ley judía de congregar diez varones para funciones religiosas). Junto con los actores
protagonistas, Alan Sabbagh, Julieta Zylberberg y el verdadero “rey del Once”,
Usher Barilka, Burman ofreció una cálidad conferencia de prensa luego de la
función para el periodismo, el viernes 12 de febrero.
Recordó con afecto la invitación de la Berlinale para
mostrar su opera prima Un crisantemo
estalla en Cincoesquinas, en 1998, una suerte de Western gauchesco que llamó la atención por su frescura y originalidad. “Fue mi primer viaje a Europa y allí
aprendí por primera vez a mirar mis películas a través de las pupilas del
público. Ahora es la quinta vez que vengo …”
Usher Barilla, Julieta Zylberberg y Daniel Burman Berlinale 2016 |
“En El rey del Once
recreo el barrio de mi infancia, donde viví hasta los veinte años. Uno
reconstruye el territorio donde se desarrolla la infancia”. En este caso, el Once de Pasteur y
Corrientes, filmado cámara en mano y en un radio de 500 metros, ya que “quería volver al cine de manos y pies, sin
trabas de equipo y camiones de apoyo”.
Es el escenario de una nueva historia de padre e hijo, que describe como
una “construcción de la paternidad”. Como en El
abrazo partido, se ve la complicada relación que un hijo tiene con su padre
ausente. Esta vez, el progenitor figura, pero su generosidad con la comunidad
judía del barrio – de allí el título –ha sido a expensas de su único hijo,
Ariel. Este emigró a Nueva York, con
éxito pero sin afectos profundos, según se deduce en el breve prólogo. La vuelta a Buenos Aires, lo sume en un caos
de recuerdos, afectos y estridencias, astutamente reflejados en el estilo
visual de la película (la cámara movediza sobre tanto primer plano marea por
momentos). Si bien la historia se centra
en Ariel, de un lunes a domingo, la referencia es el padre, al que sólo se lo
oye en llamados insistentes de celular.
El verdadero Usher Barilka inspiró la historia; preside una
fundación de bajo perfil que palia las necesidades concretas de gente al borde de la
pobreza. “Sí – contestó Burman a una
pregunta de la prensa – muestro a judío pobres, muy diferentes del
estereotipo. Son ellos mismos quienes
actúan en la película. Tenía el dilema
moral de cómo presentarlos en su humanidad concreta, respetando su dignidad, y también
su individualidad. Muchas son anécdotas
que viví yo, como las zapatillas con Velcro, numero 46, que Usher me pidió
estando yo en Estados Unidos. Eran para un muchacho que no podia atarse los
cordones. Pero como le traje zapatos de cuero y con cordones, me las rechazó,
aunque después le vinieron bien a su hermano. Cuándo éste murió, Usher me mandó
un zapato de recuerdo. Todavía lo tengo”.
El protagonista deambula por el Once, física y espiritualmente,
buscando su lugar.
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La película da a conocer un universo de porteños judíos -
tenderos, carniceros, viejitos jubilados, apegados a su barrio – mostrando sus
costumbres religiosas y gastronómicas traídas de Europa y practicadas con
alegría, como la fiesta de Purim, que celebra la estrategia de Esther para salvar a su pueblo del exterminio, y que en la película es su clímax.
El cambio emocional del protagonista, que desemboca en una conversión
religiosa , lo desencadena una muchacha creyente (Julieta Zylberberg). Que el proceso se haya producido en una
semana resulta un poco forzado, tanto como el reemplazo del Mercedes que manejaba en
Nueva York por un Citroen desvencijado rodando por el Once, que no genera la más mínima protesta. Esa transformacion de observador de
una cultura a nuevo “rey del barrio” no es del todo creíble, pero el retrato
cálido de un universo humano en el corazón de Buenos Aires tiene mucho encanto.
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